Nuestra abuela gallega gana la batalla a un grande y esto debemos celebrarlo porque es un homenaje a las grandes, a todas nuestras abuelas trabajadoras y luchadoras. Por todas nuestras abuelas que se merecen mil y un homenajes por todo lo que aportaron a nuestra vida con la sabiduría de sus años en ella!
Todos sabemos lo difícil que resulta el luchar contra grandes compañías que cuentan con un sobrado presupuesto para estos menesteres y bufetes para elegir y para una empresa pequeña el meterse con un gigante puede llegar a hundirle. Pero cambiaron las tornas y una bodega pequeña de Meaño se convierte en un grande por convicción y por tener en su mano lo que es justo y así, siempre, o casi siempre se gana.
Codorniú se queda con las puertas cerradas porque Anadigna tiene todo el derecho a tener su nombre en un vino albariño, homenaje con el que podamos brindar todos por esas mujeres guerreras que hicieron a Galicia grande en sabor y texturas con todo lo que nos dieron. Como dice su nieto Carlos Rey Lustres es un homenaje a «quien me enseñó la cultura del vino y el cariño por el arte de elaborarlo y hacer las cosas bien» .
Este bodeguero registró en 2015 el nombre de su abuela en la Oficina de Marcas y Patentes para comercializar su minúscula producción pero lo que no sabía es que su calidad y buen hacer asustó a un grande que presuroso lo vió como futura competencia y quiso quitar del medio su sueño. El nombre de la abuela Anadigna de Meaño gana la batalla a Anna de Codorniu por templanza, por sus años, porque se merece ser tan importante o más que cualquier Anna y por qué se lo merece. Anadigna que un nombre tan poco común y fuese motivo de embriagar a otros que lo creían propiedad propia sin ningún tipo de familiaridad, sorprende. Tu nombre tiene un Ana más grande que otros y no deja de ser mucho más digna para vestir la mejor de las botellas con el mejor de los vinos el gallego.